lunes, 14 de julio de 2014

De pillow dress a otra cosa.

Aquí seguimos, con la fisura que se resiste a pasar.
y mi paciencia que se va agotando por momentos.
Cojo el ordenador en muy contadas ocasiones; hoy, una de ellas.
Así que voy a aprovechar este ratito para contaros la historia de un pillow dress que no llegó a serlo.

Con la llegada del veranito (aunque por aquí el sol se resiste a salir), en mi clase de costura en Miquinho quería hacerle a la peque un pillow dress.
Me enamoré de una tela estampada en rosa de una tienda local, pero como tan sólo era un fin de pieza, no me llegaba para hacerle vestido. Así que opté por seguir el parón del pillow dress, pero en corto, una camisolita fresquita.

Así que me pongo manos a la obra: mido por aquí, corto por allá, coso por este sitio, remallo por el otro...
Pero cuando Aroa llega del cole (porque esto fue en junio) y ve que le voy a  poner un lazo alrededor por la parte del cuello y que la tela va a quedar fruncida, me dice que de ninguna manera. Y me coge la tela, y me hace dos pinzas encontradas en el medio: "¿No puede ser así? A mí me gusta de esta forma".


Pues nada, el pillow dress de repente ha dejado de serlo ya por completo.
Y como ya era otra cosa, la transformación sigue adelante. Así que en el bajo le pongo un volantito de otra tela que habia cogido en Ratucos y aprovecho esa misma tela para hacerle los tirantes.
Y como sobraba tela, la profe de costura me da la idea de hacerle un lacito a juego, que en lugar de cosérselo a la camisola, se lo dejo a modo de broche, con un cierre por detrás.


La verdad es que me ha gustado el resultado final, y ella está contentísima, que es lo importante.






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